Los mayas creían en trece cielos, dispuestos uno encima del otro, que, a su vez, estaban apoyados sobre la espalda de un enorme reptil que flotaba sobre el océano, controlando el pasaje de un lugar a otro. La tierra se encontraba en la base del cielo, y debajo de la misma se extendían los nueve niveles del inframundo, tal y como lo describen algunos fragmentos del antiguo texto maya conocido como Popol Vuh.
En el último nivel del inframundo, encontramos el reino de Ah Puch, el dios de la muerte, del que os quiero hablar hoy. Al mismo se le daban distintos nombres, además del que ya conocemos, como, por ejemplo, Ah Cimih, Ah Cizin, Hun Ahau, Yum Kimil o Kimi “El Apestoso”.
Su apariencia era la de un esqueleto descarnado, a veces representado con la cara de un jaguar o de un búho, y tenía la peculiaridad de llevar cascabeles de cobre y oro como decoración en diferentes zonas de su cuerpo. Los cascabeles, probablemente, eran el símbolo de los sacrificios que los mayas hacían en honor de este dios. Los sacrificados los solían llevar puestos, tal y como lo demuestran los restos de los mismos, que fueron encontrados, en grandes cantidades, en el famoso Pozo de los sacrificios de Chichén Itzá, uno de los mayores sitios arqueológicos maya de Yucatán. Conoce todo sobre la cultura Maya en el Viaje del Pirata y deja que los secretos del Caribe te encuentren.
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