Chichén Itzá es un recinto arqueológico de la civilización Maya donde se encuentran los principales edificios conocidos mundialmente por su belleza, como el Caracol, el Templo de los Guerreros y la pirámide de Kukulkán.
Para adentrarnos un poco en el sistema de creencias de los mayas, el universo lo dividieron en 3 niveles principales:
El cielo, a su vez dividido en 13 niveles
La Tierra, descrita como un plano con 4 rumbos
El inframundo, dividido en 9 estratos
La conexión que tenían estos tres niveles evocaba a un proceso cíclico, por esta razón, la representación del concepto se ve reflejado en toda su cultura. Un claro ejemplo es el Sol, pues simbolizaba una fuente de vida y al mismo tiempo la energía de la muerte. Este astro —de nombre maya Kinich Ahau— fue considerado una deidad suprema, ya que su contacto entre el cielo, la Tierra y el inframundo, era un ciclo interminable. Además de esta forma, todos sus dioses tenían una conexión directa o indirecta.
Otra de sus deidades más importantes, que se relacionaba con la naturaleza y en específico con la agricultura, es Kukulkán o serpiente emplumada. Su templo en Chichén Itzá guarda un significado que une todas sus creencias y en especial con el dios del Sol. Debido al destacado conocimiento que tenía esta cultura respecto al movimiento de las estrellas y los planetas, combinado con los cálculos arquitectónicos de sus templos, los mayas fueron capaces de recibir año con año a Kukulkán, quien desciende por los diversos niveles del cielo y a su llegada a la Tierra, esparce su esencia, fertiliza los campos y reverdece la flora.
Esto se ve representado durante el equinoccio de primavera en Chichén Itzá. Sobre la fachada noroeste del templo de este dios, hay un efecto de luz y sombra muy peculiar que proyecta triángulos sobre la escalinata, los cuales hacen alusión a la serpiente emplumada. Así con el paso de los minutos, simula su descenso y el inicio de una nueva estación. Descubre más del Caribe en el Viaje del Pirata
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