Los primeros en admirar la sublime cabeza de la deidad fueron un grupo de arqueólogos y restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes narraron que el hallazgo empezó cuando les llamó la atención una curiosa alineación de piedras en un pasillo de la Casa B de El Palacio.
Emplearon sus herramientas para empezar a develar, primero, una nariz, una boca semiabierta, un mentón afilado, pronunciado y partido, unos labios finos que dejan ver los colmillos inferiores, además de una frente amplia y aplanada. Pero lo que encontraron debajo de la escultura no era menos interesante: se trata de un estanque de paredes y piso estucado, para emular el ingreso del dios al inframundo, en un entorno acuático.
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